martes, 28 de febrero de 2012

Todo está bien cuando me sonreís. Dejo de estar suspendida en un tiempo remoto, para que el mundo comience a girar otra vez.
Reaparecen los matices, siento los sonidos, me hundo en el mar dulce que es el mundo...
Bajo el mar, miro el sol a través del agua. Se siente como mirar a través de un kaleidoscopio. Giro, giro, giro. Pero, a cada vuelta, me maravillo con cada color. Sigo sumergiéndome en el dulzor.

Pero entonces, dejás de hacerlo. Tu sonrisa ya no es sincera. Ahora, el mar es frío. Y ya no es dulce; tiene el más amargo de los sabores. Quiero salir, quiero llegar a la orilla y respirar, pero el frío entumece cada parte de mi cuerpo. Me esfuerzo en usar toda la fuerza posible para lograr mi cometido; mi corazón, mis brazos, mis piernas, parecen no funcionar, pero lo hago. Llego a la orilla de algún modo.
Y cuando me doy vuelta y miro el mar, ya no estaba. Como si hubiese sido un espejismo... quizá lo había sido, pero lo hacías tan real.
Todo había desaparecido: el mar, lo dulce, lo amargo, lo frío... y también tu sonrisa.

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