domingo, 21 de agosto de 2011

Extracto de Caelum.

Cuando Charléne se durmió, Marcus salió sin hacer ruido alguno de la habitación para no despertarla. Pensó que debería volver pronto, porque si ella era como Magalí, entonces solía despertarse a mitad de la noche, y él no quería que se quedara sola. Recordó su propia confusión cuando llegó por primera vez a Caelum, y entendió por completo lo que Char debía sentir en ese momento.
Bajó las escaleras para ir al Suelo del Cielo, las cuales —para novatos—, parecían no acabar jamás. Pero él no lo era, ya no, así que las descendió con total rapidez, para dirigirse hacia la parte del Suelo donde solían a veces almorzar.
Y allí estaba él, su mejor amigo, sentado leyendo un libro. Marcus sabía que estaba ahí; todas las noches en las que necesitaba pensar, se llevaba un libro y se sentaba solo alrededor de una de las grandes mesas; siempre en el mismo y exacto sitio.
—Y ahora —Marcus le dijo, y él se sobresaltó porque no lo había oído llegar—, ¿en qué piensas?
Su mejor amigo le sonrió.
—De hecho, sólo estoy leyendo —replicó, levantando en el aire el libro que leía para que Marcus pudiera verlo. Acto seguido, abrió la página en la que estaba, y paseó su mirada por la hoja.
—Sabes que no lo haces, hermano —dio vuelta una de las sillas hacia su lado, y se sentó del revés, con los brazos sobre el respaldo y el mentón sobre su brazo derecho. Lo observaba fijamente, con una sonrisa en su cara que si hablara, diría: "yo sé todo sobre ti, y lo sabes".
—No eres mi psicólogo —se quejó. No levantó la vista de su libro.
—Estaría genial que de vez en cuando me contaras algo.
—Sabes que siempre lo hago.
—Alex... —Marcus lo miró con reprobación.
—¿Qué? —lo miró, y dejó el libro sobre la mesa. Marcus usaba ese tono sólo cuando de verdad estaba hablando en serio.
—¿Qué es lo que harás?
—No lo sé. Ya no tengo que cubrirle la espalda a nadie, ¿verdad? —se encogió de hombros y sonrió, cínicamente—. Tal vez me vaya por ahí. ¿Por qué no me acompañas?
—No puedo. No puedo salir de Caelum hasta que regrese Sylvia.
Alex rió, burlándose.
—Bueno, eso sí que es genial. Es extraño que tú te metas en problemas. ¿Qué has hecho?
—Ya debo irme —respondió Marcus mientras se paraba, y Alex se quedó sorprendido por la forma en la que lo dijo—. Si despierta, no le gustará ver que se encuentra sola.
—¿Quién? —Alex estaba perdido.
—Charléne, Alex —suspiró.
—¿Sigue aquí? —abrió un poco los ojos, más de lo común— pensé que...
—Sí —lo interrumpió—, por eso no puedo salir. Es mi responsabilidad.
—Qué irónico —él rió, sin ganas—. Ya te quieren hacer padre y apenas tienes diecinueve años.
—Lo sé —sonrió—, pero a veces la vida se apura. Hasta mañana.
Se alejó, y ya había llegado a las escaleras cuando su mejor amigo le gritó:
—¡Preséntala a todos, mañana! están ansiosos por conocerla.
—¿Y tú? —se volteó a verlo.
Alex le dijo <<>> con la mirada, y luego volvió a enfocar toda su atención en el libro.

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